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El cabo Finisterre, el finis terrae


Los orígenes de Finisterre se pierden en la oscuridad del tiempo, pero existen datos de su existencia por la singularidad geográfica de este enclave que atrajo la atención de los geógrafos e historiadores grecorromanos, aunque los datos aportados por estos carecen del rigor de la historiografía moderna.
Se puede mencionar un párrafo de Lucio Anneo Floro, de finales del S. I, en el que afirma que Décimo Junio Bruto, tras recorrer toda la costa del Océano como vencedor, no regresó hasta contemplar, no sin cierto horror y miedo de cometer un sacrilegio, como el sol se precipitaba en el mar y una llamarada salía de las aguas.
Este espectáculo lo pudo haber visto desde el Monte del Cabo de Finisterre. Según cuenta la tradición que en este monte los romanos encontraron un altar al sol (Ara Solis) construido ahí por los pueblos que habitaron estas tierras antes de la romanización. En este monte se encuentran los restos arqueológicos de Vilar Vello que aún no han sido excavados ni estudiados, así como la ermita de San Guillermo muy relacionada con la cristianización de unos lugares paganos destinados a los ritos de la fertilidad.





Todo es historia, hoy en día es un viaje obligado a todo aquel que quiera conocer nuestra tierra gallega. Un paraje lleno de peregrinos que culminan su viaje después de cruzar Santiago, como así fue desde tiempos ancestrales.



El pueblo es pequeño y bonito, todas las calles, plazas y puerto rematado con mucho gusto y tradición. Para después iniciar la subida hasta el cabo fisterre, un lugar que te da la sensación de que los siglos y siglos no pasan, que van más despacio.








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